domingo, 26 de octubre de 2008

Carta al Señor Psiquiatra



Señor Psiquiatra: recéteme algo para el dolor de haber nacido, recéteme algo para aplacar esta duda de estar vivo, alguna pastilla que apague la pregunta, que sature el dolor, que anestesie la palabra.
Señor Psiquiatra tranquilíceme con su DSM-IV, impóngame un nombre, oficie de sacerdote en este bautismo diagnóstico que me reúna con mi patología en su bendito manual, déjeme participar de su comunión y medíqueme, dígame por fin una verdad, algo que sea cierto, de lo que no quepa duda, deme una cifra, un número para la locura, dígame cuál es mi código, si es trastorno, dígame de que tipo. Si es Ansiedad apáguela como un incendio con sus fármacos, y si eso no resulta deme descargas con su picana terapéutica o enciérreme según disponga su santo oficio, su santo nombre, su impecable delantal blanco, signo de pureza, Señor Psiquiatra si es posible use corbata y camisa de cuello almidonado para decirme sus verdades de academia, conjúreme al nombre de su ciencia y así desaparecerá el dolor de estar vivos, anestésieme señor psiquiatra si es posible para que ya no sufra mas nada, para que nada pueda serme doloroso, para que la pantalla de mi PC me muestre solo fotos y videos en 2D, para que no haya olor a muerte en las guerras, llanto en las calles, para que pueda controlar el volumen de los gritos en el canal de noticias así como usted controla mis impulsos, para que mañana sea lindo otra vez y pueda con inocencia salir a quemar mi paga del mes con el plástico alegre en mi bolsillo de shopping y teatros, para que pueda seguir comprando lo que quiero sin culpa y para que podamos olvidarnos de la fugacidad de este sueño, para que nos olvidemos del horror y podamos poner un nombre a cada cosa como sentencia que nos tranquilice, para que el sufrimiento sea solo un código mas y para que Yo Psicólogo,como gendarme de las mentes, pueda marchar sin miedos con mi diccionario de modos del sufrir debajo del brazo y poner un nombre a cada quién, como el monje misionero bautizando salvajes con los nombres de su fe, para que puedan ser salvos por el protocolo de algún cálculo, para que las estadísticas me digan que es lo mas conveniente y para que pueda encontrar la alquimia con que resolver esta piedra filosofal de la vida: encontremos la pastilla justa de una vez, tomemos todas las que podamos, todos de una vez y juntos.
Marchemos con el santo manual de estadísticas y nombres para el sufrir, los procedimientos ajustados, la gorra, las insignias del estado, si es posible un arma o una jeringa lista con aguja y todo en la cartuchera a nuestra diestra, como gendarmes listos a aplicar la inyección, si lo demanda el caso, claro que nosotros sabremos cuando y no lo dudaremos, protejamos el orden con la cruz que bien ahora nosotros sabremos defender, la cruz médica claro, ni lo dudemos, es por el bien de todos, ni lo dudemos un segundo, evítame dudar y que todo , todo este infierno se transforme en un paraíso de tu control,. Anúlame como una cifra de tu control, como un cálculo de fracciones donde nos reduzcamos a la mínima expresión, simplifiquemos la ecuación de la vida, que haya un número para cada quién, y uno solo que sea igual al de los otros, que a cada número corresponda un fármaco y descansemos todos en la paz de tu credo.
Te lo ruego, no me hagas sentir, ni me hagas pensar un segundo mas, y si así no fuere, que tu estado guardián te ampare y destruya a los impíos pecadores con la crueldad de tus métodos de control. Para el bárbaro el hierro de nuestros tormentos de estado o la indiferencia de nuestro desprecio de gallinero.
Que no sienta más, que no dude más, que sepa a cada quién dar un nombre y si es posible una pastilla, te lo ruego.
Amen.

Tren al sur




Ahí ando, si; ahí ando.
¿Arquitecto?.
No,
solo tenaz desandador de rumbos inciertos.


No construyo un camino,
 no edifico puentes
ni elijo el rumbo.

Vanos  diques que atrapan al río,
vanos como sueños que se deshacen,
entre manos torpes el agua de la
vida.

¿Los ves?...
Veo a todos,
las calles, los cielos, sus rojos,
sus verdes y sus amarillos.
Sus rojos tintineando mientras el
tren arde de premura, de hastío,
de voces que gritan y ofertan
el corazón al precio de baratijas
infames que gimen horrendas.

Y los  pasajeros que se
derriten entre sus asientos.
 Con todo el plástico,
y con todo el hierro.

Y su andar torvo de estrépito
crujiente,
¿Cuántos huesos has quebrado hoy?
¿A cuántos ciervos has llevado hacia
sus amos?.
Horror; ¡todo el horror!
De máquinas, de acero fundido
y el cemento atrapando al
cielo entre sus líneas

¿Y al rayo que has aprisionado?
Te consume entre los cables
y el metal,
y todo el dolor de
esas madres ausentes que
llevan niños muertos en sus
brazos, niños muertos,
madres muertas también.

¡Oh Vida! ¿Dónde te escondes?
La Pampa que se arrastra entre
chapas de todo el zinc caliente,
ciénaga lánguida de espasmos,
donde otros niños muertos
huelen sus venenos.

Relojes, relojes grises
cemento, hierro,
callejones,
fiebre de la vida pura,

Vomitan las serpientes
del infierno, los despojos de toda
la furia del cruel reloj.
Ahí, ahí los vomitan, en sus
estaciones bajan los transeúntes,
sórdidos, perdidos, aún abrumados
por el peso de sus absurdas
tareas, y esperan el espanto de
ruedas de caucho y humo hacia
el lugar donde podrán,
tal vez
descansar.

¿Quién descansa?

¿El sueño de nosotros mismos?

Descansa paciente,
de la vida de fatigas,

Descansa,
Descansa hasta el final.

lunes, 20 de octubre de 2008

lunes, 13 de octubre de 2008

Pequeña Historia en Berlin



La vida de Los Otros
Elección singularidad y multiplicidad.
Recuerdo  una escena de un viaje, una de esas pequeñas en escenas que hacen huella en la memoria, y en este punto entrar en resonancia, como dice Deleuze, con un pasado que se actualiza como instante del devenir.
Recorría entonces una calle de Berlín allá por el año noventa y tanto, hacía no mucho de la caída del muro y aún las marcas de la guerra (la fría y la no tanto) se mostraban a cada paso, en cada rincón de la ciudad, de entre los tramos del muro que aún persistían incólumes algunos sobresalían enmarcados de grúas, hombres y camiones que trabajaban afanosamente para disimular cualquier resabio del pasado, que intentaban camuflar y matizar ese quiebre en la ciudad, esa ruptura isotópica del marco arquitectónico, como si con eso pudiesen soldar, reparar y disimular las marcas en la memoria, la huella en los espíritus de los hombres, un pasado que se hace presente en cada lugar, como si con eso la memoria descansara en el olvido del instante, en la recaída del acto entregada al momento profano del porvenir.
Así los restos del gran muro ahora disociado y expandido, ahora quebrado y sólo visible en tramos que afloraban como esos viejos plegamientos montañosos que afloran entre el mar formando islas y que luego se pierden y se vuelven a sumergir en las aguas para sólo dejarse adivinar por el ojo que la completa como una línea continua.
Así en esta forma se dejaba adivinar el muro que curiosamente expuesto a las inclemencias de los turistas, agentes de desgaste de las sus paredes, que cómo el viento transforma la roca en grano y les lleva y disemina, formando del gran valle un desierto, ellos mismos se proveían de martillos para golpear su paredes y obtener como trofeo algún pedazo de ladrillo para llevarse hacia sus casas como souvenir turístico, el antiguo elemento del horror ahora reconvertido como el juguete del niño (Agamben) que se reconvierte en esta misma relación de correspondencia y de oposición entre juego y rito en el sentido en que ambos mantienen una relación con el calendario y con el tiempo.
Como el rito turístico del trofeo tras la conquista del lugar, cómo perpetuar el tiempo en aquel pedazo de piedra, en aquel escombro de muro que miniaturiza la escena del horror atrapada y condensada en él, así también este juego propone un cambio, aun cuando no sepamos ni por qué lo altera y destruye, en esta dialéctica entre la contingencia, la determinación y la elección como modos posibles de lo singular dentro del universal, como quiebre no sólo de un gran muro sino de esta determinación del sujeto en tanto libre como capaz de decidir y de elegir más allá de las prohibiciones y castigos que al modo trágico, signan a los personajes al cumplimiento de un destino ineludible.
Así podemos pensarlo en el marco de esta película, “la vida de los otros”, donde múltiples factores concurren, donde los personajes se encuentran, y se hacen texto de su contexto en el sentido en que la elección es posible. Existe un quiebre que significa elegir cuando el agente xx/7 elige no delatar a quienes supuestamente debía vigilar, ya que todo hacía suponer según la investidura de su rol que era ineludible el destino de su elección, él produce un quiebre singular, elige no cumplir con la orden, y en este caso es el estado el dios cruel al que debía reverenciar con el sacrificio de sus víctimas, las mismas personas a las que él admiraba: entonces en estas fisuras se abren las grietas entre los sujetos y el estado, las grandes rajas que quiebran los muros, ¿o acaso hemos de suponer que un muro cae sólo por efecto de la gravedad?, pues algo ha debido caer antes y esto es precisamente el punto donde se naturalizan las ideas: han debido caer las formas de un mundo, ha debido caer una creencia, ha debido caer una moral para que el muro cayera y ha debido caer un Dios: el estado nación.
Nos diría Agamben, tal vez, de estos souvenirs que los turistas llevan, que sobreviven como desmembramiento y como modo de la temporalidad humana y que está contenida en esos objetos en tanto pura esencia histórica como materialización de la historicidad contenida en ellos mismos.
Sigo recorriendo el texto de la película, y en un particular sentido, inscripto en la memoria, sigo recorriendo las calles de Berlín, el campanario principal de una catedral de Berlín como resto único que ha sobrevivido a la devastación del bombardeo sobre el final de la segunda guerra y a sus pies un cuadro que retrata la antigua catedral para hacer patente este rastro solitario, como vestigio de un tiempo que prolonga la guerra, que no descansa bajo los pies, en el suelo por donde uno camina y escapa de cada rincón el rumor de un pasado silencioso que nos quiere hablar, que nos quiere decir algo aún no dicho y que sólo se revela como extraño rostro de la intuición y se resiste a las palabras.
En la consideración de Deleuze bien podría pensarse este modo del estado como forma de agenciamiento maquínico, este estado todopoderoso concentra sobre si la pretensión de la suma del saber y la noción única sobre cuál sea el modo de vida buena de los individuos, estado bestial que al modo de cronos devora sus hijos, así bien puede pensarse el tiempo devorando a los hombres y al estado tomando sobre si la función del tiempo, resumiendo como principio la determinación sobre lo que debe ser o no ser. En este sentido la disyunción ética del agente que quiebra con el paradigma totalitario anunciando la caída de ese estado, en él sostengo el punto de inflexión de esta película. El poeta y los otros artistas eran fieles a sus ideas y honestos en el sentido de apostar con su vida en ello, pero es en el agente en quien sucede la revelación, es él quien no sólo decide callar sino que toma partida para proteger a sus semejantes, y el silencio y lo que finalmente no se revela en tanto identidad le devuelve un sentido, el sentido íntimo de su propio ser como posibilidad de una elección.
Delleuze nos habla de la posibilidad de lo múltiple por sobre lo unívoco, aquí podemos situar lo posible de elección propuesto y sostenido por el poeta y los actores, y por el lado del estado lo único en tanto agenciamiento deseante y lógica de lo uno, y el quiebre o líneas de fuga en tanto posible desterritorialización como modo de ruptura que por fuerza emprende el agente.
Recuerdo haber cruzado la puerta de Brandemburgo, que se establecía como punto de aduana y uno de los pasos entre las dos Alemanias: la paradójicamente Alemania Democrática y Alemania Federal, durante la guerra fría en este punto, apostado sobre los extremos de una calle dos tanques de guerra se desafiaban, uno americano, el otro ruso, los dos constantemente a la mira de sus cañones como signo íntimo que revelaba el estigma de todo un conflicto. Caminaba silenciosamente por una plaza cuando de pronto me encontré con un conjunto de cruces negras alineadas sobre una hilera de árboles tras una reja, en todas las cruces había inscrito un nombre y una fecha, era un homenaje a todo los caídos intentando cruzar el muro. Divisé una cruz con el nombre de una mujer, y al ver la fecha me di cuenta que había sido muerta intentando cruzar el muro una semana antes que cayera.
Aquellas líneas de fuga se traducen en mujer, en hombre, en pensamiento, en ser, esa multiplicidad abstracta y deseante de pronto se configura en cuerpo, como de pronto la máquina que hace eje en el estado ya no sólo procura agenciar líneas de fuga y sobrecodificarlas, sino que al costo de su propio desintegración aniquila los cuerpos y quiebra la frágil sustancia de la vida.
Estas multiplicidades rizomáticas que denuncian las pseudomultiplicidades arborecentes lo hacen al costo de la sangre, igual que la mancha roja sobre el papel final donde está escrito el informe de la vida del poeta, la tinta roja del mismo color que la sangre de su amante en las manos del agente, las manos del agente manchando el último papel como seña testimonial y más elocuente que cualquier frase que pudiera él informar, porque al fin ese es el costo y esa es la paga con que se elige y con que se defienden las ideas, y en eso la libertad y la determinación al mismo tiempo : libertad al elegir, como rasgo ético, como carácter singular en el universal de significaciones cristalizadas que monstruosamente el estado defiende y cuida en tanto aparato maquínico, de estos movimientos de desterritorialización aniquilando todo lo diferente, lo múltiple y lo rizomático. Determinación al aceptar el costo y la paga.




Bibliografía
Deleuze, Gilles, Mil mesetas. "Introducción: Rizoma", pág. 9 a 32, Pre-textos, Valencia, 1997
Agamben, G. Infancia e Historia, “El país de los juguetes, reflexiones sobre la historia y el juego”, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2001

Estado y Justicia


Pienso en el Estado legitimador de la violencia simbólica, de la real y de las significaciones instituidas como legítimas.
Había estado leyendo una Nota sobre la captura del buscado Líder Serbio Radovan Karadic. Estaría siendo buscado hace años por la justicia europea por crímenes de Lesa humanidad, parece haber sido determinante para su búsqueda la matanza de mas de doscientas personas pertenecientes a la etnia Bosnia en una circunstancia muy salvaje. Este personaje fue el presidente de la ex Yuogslavia en tiempos de su separación, habría cometido además otros crímenes similares durante la independencia de los países miembros de la ex federación.
Karadic se mantuvo oculto por mas de cuatro años, nadie pudo dar con él, se guarecía bajo otra identidad: había dejado crecer su barba y su pelo, usaba anteojos, ropa blanca y era conocido en el barrio como un viejo asceta, un consejero espiritual, médico y sabio, un austero personaje que vivía con los elementos mínimos y necesarios, quién otrora se paseara en su caravana de blindados Mercedes-Benz negros junto con su custodia, el general Karadic, había sido médico psiquiatra, durante muchos años ejerció su profesión, luego asume la responsabilidad del ejercicio del poder y es llevado bajo esta investidura a cometer los más horrendos crímenes en nombre de su Patria, aclamado por muchos de sus ciudadanos, por una importante cantidad de personas que aún hoy día vivan su nombre .
Durante el tiempo en que lo buscaban no fue reconocido por nadie, ni siquiera por sus vecinos y pacientes, hablaba con un acento de otra región, su rostro y aspecto eran notoriamente distintos, se había convertido en un caritativo médico alternativo, ya que no podía ejercer bajo su verdadera identidad y se dedicaba a dar pequeñas conferencias sobre espiritualidad. Tras una larga labor de inteligencia los agentes de investigación logran dar con su paradero y nadie en el vecindario sospechó de él otra cosa más que la qué el contaba.
Al momento de su arresto lo primero que Radovan pidió fue ser llevado a una peluquería e inmediatamente volvió a restituirse en la apariencia de aquél otro personaje con quién se identificara como Presidente y alejó de si cualquier rastro de este otro que simuló ser.
Grandes Impostores y Farsantes, igual que estos otros dos señores, que se esconden bajo el disfraz del patrioterismo y la vejez, ¿Qué mas puedo decir de esto?, el horror no tiene palabras, se las inventamos para soportar la angustia.
Adriana trajo una radio y escuchamos algunas palabras del juicio, se desliza la idea de justicia, deslizamiento por metonimia nuevamente, fuga del epicentro de sentido, deslizamiento en cuestiones que metamorfosean el significante para no dar cuenta de un sentido entre los alumnos de la clase.
La justicia es el punto, pareciera ser este el límite en que se detiene la posibilidad de pensar las categorías con que construimos las nociones del derecho. Me detengo, hago un comentario: un tema recurrente al pensar la noción de ciudadanía para los contemporáneos posmodernos es la cuestión de como aceptar la diversidad, una parodia que imita el ejercicio de la reflexión intentando pensar sobre la convivencia territorial compartiendo un espacio en común, se invoca la clásica y políticamente aceptada premisa de la Tolerancia, el hecho de ser comprensivos con el otro, con otro distinto con quién “deberíamos ser tolerantes”. Y esto es lo que las minorías piden, que sean “tolerantes” los demás con ellas; pero esta idea de la tolerancia, oculta en su reclamo un sentido más básico, el sentido del derecho y la ciudadanía, ya no la cuestión de reclamar una “tolerancia” como ejercicio de conceder algunas migajas de mi plato a este otro que me es molesto y debo soportar y que por ser “políticamente correctos” decimos tolerar, esta idea oculta este otro sentido y aleja pensar la verdadera cuestión : la justicia, el derecho, la ciudadanía, la identidad, la política ante este otro como un igual, no solo un igual ante el derecho, ante la justicia y la ley como formas imaginarias, sino un pensar un otro- igual como construcción de una práctica política cotidiana.
Este es el punto mas flagrante: no solo que un conjunto organizado de matones y salvajes bajo las órdenes de una cadena interminable de intereses de todo tipo se haya hecho del poder del estado, haya utilizado el recurso de la violencia simbólica y real contra sus propios ciudadanos, haya quebrantado la ley y cometido crímenes y horrores en nombre de vaya a saber que siniestro ideal, sino además que sus categorías hayan polarizado nuestro imaginario y atravesado nuestras relaciones simbólicas para despoblar el eje en que debiéramos hoy intentar pensar para refundar una posibilidad política como modo aceptado de integración hacia una comunidad posible.
Es la política lo que está en juego como posibilidad simbólica de intercambio en una comunidad de ciudadanos, son las categorías de la ciudadanía, de pertenencia a una comunidad, de extensión de la pertenencia, del derecho, de la justicia: económica y social, simbólica y real, de la Justicia como principio distributivo y retributivo, son las cuestiones más básicas, con las que se inicia la Polis, las que quizás se hallen vacantes de deseo político, y es en ellas en donde nos construimos como ciudadanos, en ellas donde reconocemos a un otro, que no solo deberíamos tolerar, sino con quién nos construimos, nos identificamos abriendo paso a la diferencia y la creatividad, dando paso a la vida y a una posibilidad por alcanzar (antiguo ideal aristotélico) la idea de la Felicidad, tal vez amando y trabajando, sino ayúdenme a pensar ¿como más? .
Tres Imposibles: Gobernar, Educar y Psicoanalizar, la ley es un imposible para ser burlado.
Quienes se exceptúan de la ley gobiernan, imponen sus categorías, justamente gobernar al modo del dictador es exceptuarse, es estar por fuera, como el juez, no implicarse, ser ese pretendido sujeto anónimo y universal que oculta el rostro del pequeño burgués infinitizando su goce, el que le produce el éxtasis legal de situarse por fuera, pero determinando el “hacia dentro” desde el singular universalizado de su neurosis.
La frase poco feliz de Bussi : “el coraje se demuestra combatiendo”, el coraje es un elemento valorado por falta de criterio, es fácil no pensar, claro, lo difícil no es combatir, lo difícil es trabajar, es amar, es responsabilizarse por los otros, es crear, es entregarse a una tarea, es servirse a uno mismo y a los otros, es intentar ser feliz, pero combatir, para combatir sin miedo hace solo falta envilecerse y endurecerse de sinrazón obstinada hasta el punto de un coraje desalmado y bestial, como las máquinas, no como los animales sino como las máquinas.
Vuelta Feroz de la pulsión de muerte. Genocidio, responsabilidad por la historia y el pasado.