domingo, 7 de septiembre de 2014

¿Por qué despedimos a nuestros muertos en Facebook ?

 No tengo una respuesta ni creo que la haya en forma de verdad, tal vez no haya algo así como un "gran motivo general", y sea en parte para desahogarse, para mostrar respeto, para difundir la noticia, para participar del hecho social, para compartir nuestros sentimientos, para mostrarnos o para congregarnos.  Pienso además, que así como compartimos la vida, también compartimos la muerte en estas redes digitales de información, que el hecho mismo de la muerte como invariante antropológica y mas que la muerte el rito funerario, es una marca de identidad para un colectivo : el nacimiento y la muerte son ritos de pasaje, cambio de estado, en uno incluimos y reconocemos al nuevo miembro de nuestra tribu, en el otro intentamos simbolizar algo que no podemos entender : despidiendo su alma, augurando buenaventura en el viaje eterno, rogando a dios que descanse, propiciando la continuación del los ciclos, homenajeando su memoria, o simplemente abandonándonos al desconcierto de la desaparición de ese otro que ahora en el resto del cuerpo yace inerte y desconocido. La muerte cobró sentido cuando la pudimos simbolizar como especie, antes de eso moríamos como hacen los animales, simplemente cesábamos y el despojo del cuerpo era abandonado sin ser reconocido: la manada no aparece individuada, la colmena tampoco, no importan las singularidades, importa el conjunto vivo del grupo como un todo, la muerte es lo que debe evitarse para todos, no para uno solo. En el preciso momento en que surge la muerte como símbolo surgen los ritos funerarios, y la idea de la muerte del otro como anticipo del propio destino.
Los despedimos en Facebook porque tal vez  de alguna manera hay que despedirlos: porque quizás con nuestros muertos también morimos nosotros un poco, que como dice un amigo, se muere de a poco hasta que se muere del todo, porque muere en quienes fueron significativos para nosotros todo lo que en ellos nosotros también significamos, porque estamos hechos de significaciones y son en ellas que morimos: en ese que ya no podremos ser en la mirada del otro, o en ese en quién nos reconocíamos en la mirada de los otros. El rito mortuorio sella los diques simbólicos de la conciencia al pasaje de la muerte: ahí van los muertos, y aquí permanecemos los vivos, eso decimos: Allí van los muertos y aquí nosotros los vivos saludando al que fuimos en ese que también seremos- Exorcizamos la conciencia de la muerte en el rito , esta vez sin fuego ni tierra, solo palabras, bytes, vacío y desconcierto

Mi Historia con las tecnologías

Decidí redactar en forma personal unas líneas, que entregamos como consigna de escritura a nuestros alumnos, y que luego comparten online y discutimos en forma off line- 
Ahí va 

Recuerdo las cartas que escribía hace tiempo, tenía muchos contactos postales con quienes intercambiaba correo, algunos de ellos fueron ocasionales, otros eran amigos que se habían ido a vivir lejos, todo se movía más lento , era el tiempo del revelado  fotográfico, cuando  de treinta y seis fotos con suerte la mitad eran buenas. Algunas veces revelaba la película ni bien llegaba de  vacaciones, y en otros casos había que esperar a terminar el rollo,  y así podían pasar meses hasta ver una foto.
 Y el correo: pasaba mucho tiempo en  medio de carta y carta, tal vez con un persona no intercambiaba más que un par de correspondencias al año y lo que se dijera debía ser significativo, porque  no se escribía siempre, porque esas cosas que uno decía las enviaba lejos en el tiempo o el espacio, porque igual que la palabra dicha , la palabra escrita en un papel estaba destinada al olvido, no había copia de lo escrito, y ni siquiera había certeza de que ese sobre llegara a destino. Entonces me centro en el correo postal como tecnología, en la idea de comunicarse con los otros mediante un papel en el que uno grababa en tinta las letras del mensaje, las palabras, todas las oraciones: éramos como  copistas medievales dibujando sentido en el papel.
 Recuerdo las postales de fin de año, recuerdo que parte del rito de Diciembre, aparte de armar el árbol de navidad, tenía que ver con enviar postales a los familiares, amigos, a todos quienes vivían lejos. Ir al correo a enviar cartas, y recibirlas.  Que sensación que llegara el cartero con sobres con tu nombre escrito de puño y letra  y no con una etiqueta impresa de modo impersonal, no con una publicidad, ni cuentas bancarias, ni citas legales, no con el resumen de la tarjeta, sino con las palabras de un amigo , con el perfume de alguna persona amada, o con la foto  de alguien que se perdía en el recuerdo.
Toda esa tecnología que demandaba el correo: papel, sobre, estampilla, buzón, por solo mencionar una parte  en un sistema mucho más complejo y que incluía cartero,  oficina postal, bicicleta, camiones, barcos, aviones, y que se invisibilizaba al recibir la carta, una carta-
Además las cartas eran un objeto de culto, a las cartas se las guardaba, con su sobre correspondiente, cada carta de cada remitente era dispuesta sobre una montón aparte del resto, bueno tal vez mi obsesión de orden , pero era una costumbre frecuente.
Conservo aun las cartas de mis abuelos, cuando la vida los llevo a abandonar su tierra natal, su isla en el Adriático, tan jóvenes, y su único vínculo con sus padres y hermanos eran esos papeles, esos sobres, esas letras escritas a pluma, esos rasgos caligráficos llenos de firuletes, conservo cartas que no entiendo, escritas en una lengua que no hablo, como jeroglíficos a los que observo desconcertado sabiendo que dicen algo que no puedo descifrar.
Y ahora escribo rápido sobre este teclado, en forma instantánea le envío un texto o una foto a alguien tan lejano, tengo mil contactos en Facebook, tengo quinientas direcciones de correo agendadas, fotos y archivos en la nube, todo digital, todo tan frágil , leve y fugas . Siento una relación de distancia tal que me impide ser objetivo, siento una especie de nostalgia a-crítica por todas aquellas prácticas ahora lejanas.
El correo postal ha sido la forma de intercambio de información entre las personas e instituciones por mucho tiempo, y recién hace una década es que estamos asistiendo a su desaparición de las formas físicas para pasar a las digitales. Nos alejamos del objeto como fetiche para interiorizar el símbolo, y suceden otras cosas en paralelo: podemos escribir mucho más, en forma más económica, conocemos mucha más gente, y la escritura de ha vuelto predominantemente digital