Ahora mismo que pudiera escribir algo entramado a la prosa de la ciencia aturdiendo como la palabra erudita aturde el oído del infiel, ahora mismo que escribo inútilmente golpeando estas teclas como las teclas de un piano desafinado, sin saber conjugar los sonidos infinitos que llevan agua al éxtasis del deseo por escapar una vez mas de la mismidad que nos conjuga-
Esta tensión superficial de todo lo leve, esta evidencia de inutilidad tan tremenda que me deja solo y perplejo.
Cuando no hay nada que hacer, aparece la nada. Amenaza con la voz desafiante. Nada que hacer que no sea productivo, que no se encarrile y genere en sentido, que no nos agote en el vacío de una existencia nula-
Trenzamos nuestros vínculos con las cuerdas rotas, con los hilos y filamentos del naufragio, con todo lo que sobre por ahí.
Identificación: ( los dos puntos anuncian, como el bombo o las fanfarrias: la verdad) ( los paréntesis el tono emocional necesario para disponerse al relato) intencionalidad refractaria de la conciencia que se arroja sobre el mundo dándole a los elementos ( átomos, moléculas, estructuras) un sentido formal.
Anoche mirando el cielo, recuperé la conciencia de la distancia que nos separaban de las estrellas.
Probablemente fuera la luz más lejana que pudiera llegar a mis ojos luego de miles o cientos de años viajando en el espacio-
¿ cómo podemos concebir esta idea? si no es que la imaginamos, imaginamos algo así como un viaje en la nada, en una nada tan vasta que cobra dimensión en su temporalidad. El elemento que recubre el gran contenedor del espacio ( como los océanos que cubren las depresiones geográficas), es el tiempo; el espacio exterior pareciera ser un vasto océano de tiempo; vale la pena recordarlo, el tiempo, esta imaginación colectiva absolutamente insustancial, incorporeidad fenomenológica que se extingue en su propio paso, y que además se renueva en su propia extinción-
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