El ámbito académico es el espacio donde se construye un tipo específico de conocimiento que luego legitimará las particulares prácticas de quienes logren acumular el suficiente capital simbólico o implicarse en el juego hasta obtener el reconocimiento de un cuerpo colegiado que sostendrá la coyuntura del campo al que determinen según sus propias prácticas como un conjunto de relaciones objetivas entre los actores implicados.
Podemos pensar en "la salud mental" como un en territorio en disputa, como una batalla por legitimar un discurso y una práctica que se vuelvan hegemónicas, la batalla por volver eficiente un capital en juego justamente se produce dentro de un campo como consecuencia de luchas entre las disciplinas, mas precisamente una contienda simbólica que se extiende al lenguaje, lo que está en juego son las prácticas legítimas, lo que está en juego es el dominio de un discurso sobre otro, lo que está en juego es la extensión de las significaciones del capitalismo como modelo dominante del campo económico sobre los otros , la pelea simbólica es por la acumulación, acumulación de capital: ¿quién ejerce legítimamente su práctica?, el dominio por la legalidad simbólica que resguarda el Estado como forma de administrar la violencia legítima. Quién intente la práctica de la cura sin ser médico legítimamente reconocido, estaría infringiendo la norma, debería ser criminalizado por el Estado que ampara la hegemonía de sus instituciones a costa de acallar cualquier acto en disidencia con los actores que sostienen la trama simbólica de los campos que legitiman sus prácticas, y en especial legitiman el dominio de un campo hegemónico sobre el resto.
Significaciones siempre simbólicas, violencia siempre legítima, relaciones siempre objetivas, capital siempre eficiente, cristalización de significaciones en instituidos, la recaída en la inmediatez, la naturalización de las prácticas, la trama mítica de los discursos haciéndose cuerpo, haciéndose hospital, haciéndose internos, haciéndose médicos, haciéndose psicólogos, haciéndose objetiva y cristalizando precisamente donde se hacen cuerpo los instituidos.
Las prácticas dentro de las instituciones exigen la pertenencia simbólica a un campo que las legitime, cada tarea, como la del psicólogo, esta regulada por conjunto de relaciones objetivas que legitiman su práctica y un entramado de significaciones imaginarias que constituyen la trama mítica que las atraviesa.
Batalla en el campo de la salud mental, psiquiatras intentando imponer su capital como valor eficiente, psicólogos haciendo lo mismo, psicólogos sociales reclamando el valor de su capital como eficiente. Se abren las apuestas, los actores juegan, cada quién singulariza un particular que recorta del universal de la institución, se replica la lógica del capital, si el psiquiatra juega sus fichas mas fuerte, sobre la apuesta de los psicólogos, y los psicólogos redoblan la apuesta, - quiero vale cuatro- la misma lógica por sobre la práctica del psicólogo social, luchan los campos mientras la trama mítica de sus significaciones naturaliza la perspectiva de sus actores, el psiquiatra suele creer que realmente es él quien piensa tal o cual cosa en torno a su rol, lo mismo el psicólogo, mientras son hablados creen que hablan, creen que eligen cuando tal vez no hacen más que replicar la trama de relaciones en juego en este campo en disputa.
Así el psicólogo toma distancia de la práctica del psicólogo social, silenciosamente se arroja la legitimidad de lo terapéutico en el campo psi, y el psiquiatra intenta dominar la escena amparado por la cercanía de su práctica al campo hegemónico del Estado.
Todos hacen valer su capital, todos apuestan, es el campo donde se desarrolla el juego, la illusio de sus actores hecha cuerpo en quienes encarnan la trama simbólica de la institución.
Este recorrido es un intento por dar cuenta de algunas significaciones que insisten en el discurso de los actores, psicólogos, psicólogos sociales, y en especial como no logra entrar en juego la producción simbólica de una práctica que es en si misma considerada como “lo terapéutico dentro del servicio”, la práctica de los talleres y los oficiales a cargo, la práctica misma de un oficial carpintero que aparece fragmentada del discurso de los actores del campo Psi, como si su capital no entrara en juego, la casa se reserva el derecho de admisión, de aceptar cual es el valor eficiente con que la apuesta se abre juego. Si desde el entramado simbólico que construye la práctica del psiquiatra se subestima la práctica del psicólogo, si el psicólogo replica esta misma lógica desvalorizando el capital del psicólogo social, si todos estos actores aún se implican en el juego por la acumulación simbólica del capital en un campo, si se reconocen disputando el dominio del campo de la Salud Mental, lo que sucede entonces con quienes trabajan y producen en el entramado de construcciones de conocimiento “desoficializadas” del reconocimiento legítimo del Estado (nadie necesita el reconocimiento de un cuerpo colegiado de carpinteros para la práctica del rol), es aún mas violento : se los “invisibiliza”, como si su práctica misma fuera parte de un dispositivo cuya producción es el logro de la operación de otro campo, como si esta actividad que es la “actividad terapéutica” lo fuese al desplegarse desde la potencia significativa que genera el discurso y el campo Psi.
Apoderarse de las significaciones del otro, sobrecodificarlas maquinalmente, máquinas de replicar, de producir efecto, el efecto del discurso, de la práctica que legitimada por el campo hegemónico produce violencia particularizando las singularidades y devolviéndo en este movimiento el sacrificio de las diferencias al universal que se impone en el modelo que replica el Estado, el estado universal de la norma y la ley, pero de una ley particular que anula la singularidad que dice proteger.
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