Siento el reacomodamiento de las fuerzas que empujan la marea social en varios niveles, como placas tectónicas, como si pudiera graduar una línea de tiempo en vez de aumentos en una especie de microscopio fenomenologico, bajo la perspectiva de los últimos 3 siglos se desenlaza este proceso de individuación al punto de ruptura de todo lazo social, de todo vínculo de reciprocidad ética. Pero si aumento las escalas veo como invariante este esquema de dominio, de pocos a muchos, de quienes se definen poderosos o detentan el poder de matar de un lado y de víctimas o sometidos del otro, al menos los últimos 10 mil años. Me pregunto si estás fuerzas impersonales que encarnan cada nueva generación en los actores que representamos este drama pueden torcerse por voluntad de algunos qué soñamos otro mundo: más justo, más amable y pleno o si estamos arrojados a un mar impredecible de fuerzas vitales de las que somos masa viva en este juego... mientras tanto ejercito algo que aprendí con fuerza:
Amor Fati.
El poeta es un labriego, ha de ser muy laborioso, y apenas esperanzado en cosechas pródigas, solo producirá lo justo (no ha de faltar ni acumulará por si acaso), él debe establecer un equilibrio entre las potencias creadoras de la tierra y el influjo vivificante del sol, él cuida de estas fuerzas primigenias, y él, todo él no es más que la sombra de un oficio que encarna en la palabra que lo nombra: Poeta.
sábado, 5 de noviembre de 2016
Marea Social
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