domingo, 15 de junio de 2008

Fantasma


Fantasma



Llameaba su cuerpo en el oro de la tarde, y los caminos se abrían en sendas avenidas a su paso, y ella, impertérrita; desfilaba como una mueca ausente;

enmascarada de púrpura y fuego; su sombrío corazón; y la noche.

En el tórrido azul donde sangra de crepúsculos el día llegaba errante...

Y su fantasma; como un icono de plata; languidecía sobre el puente que desafiaba a los perfumes del río.

Allí se le veía; inconscientemente quise alcanzarla; preguntarle al espectro nocturno por que extraña fantasía mi ojo líquido atrapaba su figura.

Entre los espasmos y el miedo la seguí, como se sigue a un sueño que se ama en vano.

Ella; ánima reina, catástrofe de toda la dulzura, arrancada de la vida, rufiana,

magnética de infinito, fulmínea.

Triunfal, erigiéndose sobre los huesos y las tumbas.

Despertaba del sueño feroz, se erguía como Cariátide que nada sostiene,

su propio peso y el misterio.

Y en la ciénaga mística que guarda en el final el despojo de los cuerpos,

el mármol frío, y la carne sepulta, florecía como estrella;

todo el cielo esquelético era ella, terrible y fugaz.

Y la seguí, con el ansia del secreto, un inclinarse sobre el abismo.

Y de la nada; nada.

Recuerdo las góticas figuras de la vieja iglesia.

¡Sus gárgolas me escoltaron

hasta la nave, donde ella palidecía

y de la nada, nada fue.

Solo rugí con el espanto y el silencio

de verle una vez más desaparecer.

Muda, como todo lo que desaparece,

Ausente, como el abandono,

Silenciosa, como la lengua muerta, y el ojo cerrado.

¡Oh!. Terrible,

terrible desconsuelo.

Ser testigo de tu ausencia,

y solo callar.

Con el grito del silencio,

mi sombra y el amor;

la mujer que solo es sueño

que como un suspiro,

en el último hálito

de la vida

la sangre

no supo recoger.

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