En 1998 decidí recorrer ese vasto subcontinente asiático, viajé durante cuatro meses por la India y Nepal: en tren, bus, moto, a pié o haciendo dedo con mi mochila. Recorrí los contrastes de Delhi, vi al poderoso Ganges bañando las costas de Vharanasi, caminé por los desiertos del Rajastan; me sumergí en el mar árabe acariciando las tibias playas de Goa, vi la moderna Banghalore, la monumental Mumbay, las cumbres gélidas del Anapurna y la mítica belleza de Kathmandu. Y de todo ello he aprendido que no vale la pena vivir con miedo, que la vida vivida con miedo es una vida sin sentido. Amor Fati.
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