La última obra de Banksy me recuerda la idea de la niñez como espacio de la inocencia, aunque para este niño pareciera haber sido perdida, sus brazos abiertos en cruz como víctima de la contaminación me estremece como presintiendo nuestro destino humano sobre este planeta.
Por un lado la deriva filogenética de la especie se abisma al límite de los recursos globales para dejar de ser humanos (o desaparecer como forma de vida inteligente), y por otro la vida completa de este espécimen se ve estremecída por el horror vacuo de todo lo efímero: pobre diablo ! contaminado por el aire, los alimentos, las radiaciones , las normas y leyes, su hisotria, la información y ahora la moderna vida digital.
El poeta es un labriego, ha de ser muy laborioso, y apenas esperanzado en cosechas pródigas, solo producirá lo justo (no ha de faltar ni acumulará por si acaso), él debe establecer un equilibrio entre las potencias creadoras de la tierra y el influjo vivificante del sol, él cuida de estas fuerzas primigenias, y él, todo él no es más que la sombra de un oficio que encarna en la palabra que lo nombra: Poeta.
miércoles, 2 de enero de 2019
Bansky
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