Ya sabíamos que no era gratuito subir todos nuestros datos a las plataformas de corporaciones superpoderosas, jugar a que podíamos comunicarnos en forma abierta y colaborativa, compartir y decidir entre todos fue una especie de experimento social hasta poder entender como manipularnos, pero ya no en masa, sino mas vale manipular a cada quién, controlar cada átomo social que con tanto esfuerzo ya habían logrado fragmentar del conjunto desvinculándolo de su red originaria de reconocimiento y reciprocidad. Manipular a cada quién, individuar cada ilusión de sujeto hasta el punto que solo se distinga en el hecho de haber sido matrizado como uno de las tantos perfiles sociales surgidos de este set de opciones dóciles y reactivas a estímulos controlables que producirán conductas del todo predecibles. Este espejo digital nos devuelve la imagen grata del candidato perfecto, que es uno y miles, tantos como sea posible fragmentarnos en pequeñas porciones de prejuicios y creencias. Desvalidos de herramientas políticas que nos devuelvan el control sobre nuestro deseo colectivo, ignorantes y reactivos, sedientos de consumo y ávidos de superficies, será tal vez nuestro destino deslizarnos vertiginosos a falta de cualquier profundidad.
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