Para pensar la idea de "progreso" según Levi-Strauss: es necesario tener en cuenta varias cuestiones que despliega a lo largo del texto “Raza e historia”.
Al comienzo él incluye un concepto y una distinción entre aquello que se entiende como dos clases de historias: una progresiva, adquisitiva, que acumula los hallazgos y las inversiones para construir grandes civilizaciones y otra historia tan activa como esta anterior pero que haría intervenir otros talentos y donde faltaría el don sintético, privilegio de esta primera cultura; debemos considerar una cuestión delicada en este punto ya que este segundo tipo de cultura se hallaría en gran desventaja respecto a la primera como cultura cuyo punto de vista se adapta al lugar de legitimación para pensar esta segunda como menos evolucionada o arcaica.
Esta hipótesis de evolución piensa el resto de las culturas como anteriores en un estadio evolutivo correspondiente a una supuesta escala histórica propia, aniquilando las diferencias y homologándolas para así jerarquizar sociedades contemporáneas respecto de otras alejadas en el espacio y legitimar sistemas políticos coercitivos y despóticos.
Es riesgoso deconstruir en este punto la idea de progreso ya que nos vemos inmediatamente tentados a pensar en el supuesto “progreso” realizado por la humanidad desde sus orígenes como tan manifiestos y deslumbrantes, suponemos un camino en común desde el Neanderthal al individuo de la posmodernidad habiendo atravesado por un corredor estrecho, persiguiendo una misma idea y creyendo habernos superado constantemente en pos de esta beatífica meta que suponemos hemos de alcanzar algún día.
Justamente la paradoja de la idea del progreso es que esa meta es como un horizonte al que nunca se llega, un ideal de superación inalcanzable de hecho.
En este punto el desarrollo de las ciencias y en particular la historia proponen un modelo espacial donde hemos de situar las civilizaciones en un contexto temporal que se proponen imaginar cómo escalonadas en el tiempo, y esto como bien dice nuestro autor significa en principio que “el progreso no es ni necesario ni continuo y procede de a saltos”.
Estos saltos no supondrían en una linealidad donde hubiera que llegar lo más lejos posible en una misma dirección, sino que van acompañados de cambios de dirección, y aquí la idea de mutación.
El azar y la contingencia interviniendo como factores decisivos en esta construcción de la historia, aquí en este punto es donde se introduce la idea de caos, de azar, misma idea que sostiene no casualmente los preceptos de de la biología evolucionista.
Permítaseme pues una reflexión al respecto, estas dos potencias se entrecruzan en la historia del pensamiento : el azar versus la determinación, o habría bien un determinismo inequívoco de las cosas que las empuja hacia una meta inexorable y precisada como quien supone en el carbón el proceso final llegando al diamante o habría si no entonces el caos del universo interviniendo azarosamente entre las cosas, modificando a las mismas a cada instante determinando su indeterminada resultante en cada momento.
Este es un dilema gnoseológico, epistemológico y si se quiere también político ya que implica la idea del libre albedrío versus la determinación: idea cara al cristianismo, a la antigüedad grecorromana toda, a la noción moderna del progreso y a cualquier idea totalitaria de orden.
Aquella otra; la idea del caos, de la contingencia nos considera en cierto sentido como sujetos indeterminados, aquí nuestro autor incluye una distinción interesante al respecto, el nos hablará de diversidad y oposición entre culturas, nos dirá pues que todo progreso cultural es función de una coalición entre culturas, y que esta coalición consiste en hacer comunes probabilidades que cada cultura encuentra en su desenvolvimiento histórico.
Nos dirá también que el progreso técnico ha tenido por correlato histórico el desenvolvimiento de la explotación del hombre por el hombre y no es difícil corroborar esta idea hoy en donde tres cuartas partes de la población mundial se halla por debajo de la línea de pobreza. Quiero Rescatar una reflexión final de Levi-Strauss: “ el deber sagrado del humanidad es conservar igualmente presentes en el espíritu los dos términos y jamás perder de vista el uno en beneficio exclusivo del otro; guardarse de un particularismo ciego que tendría reserva del privilegio de la humanidad a una raza, una cultura o una sociedad y tampoco olvidar nunca que ninguna fracción del humanidad dispone de fórmulas aplicables al conjunto y que una humanidad confundida en un género de vida único es inconcebible porque se trataría de una humanidad osificada.
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