Las prácticas educativas también pueden concebirse como prácticas de dominación: el territorio en disputa son las significaciones, los sentidos, o el eje que enlaza el mundo en tanto humano, algo parecido a eso que a algunos autores gustan llamar "la mente".
La batalla por dominar el territorio fértil de nuestra conciencia es a costa de cualquier deseo.
La noticia tal vez sea que hayamos naturalizado muchas situaciones de las que participamos para definir las trayectorias individuales de nuestras vidas, responsabilizándonos personalmente por el resultado bajo el imperativo del éxito, la sociedad mercantilizada funciona como una especie de "juego de la silla" en el que muchos participan pero donde hay lugar para que pocos pueden sentarse, la realidad material de los recursos puestos en juego define los límites del cupo para el club de exitosos, y así se invisibilizan las reglas implícitas de un juego donde pocos pueden ser los "ganadores" y así el resto se vuelve responsable de su propio fracaso, sin explicitar que no importa cuan bueno pueda uno ser en lo que haga, siempre habrán pocos que puedan triunfar (Lógica de la exclusión).
Hoy día la novedad, tal vez no tenga tanto que ver con los artilugios de un sistema social que privilegia a un pequeño sector de su población sobre la gran mayoría para así monopolizar todos los recursos , ( cosa que bajo distintas lógicas parece haberse determinado en forma recurrente como una invariante histórica) sino en como pensar una ingeniería eficiente para este novedoso dispositivo, donde "los amos" puedan abandonar sus puestos de control para "disfrutar de los placeres del buen vivir" haciendo que individuos dispersos como poblaciones territoriales interioricen las expectativas del sistema en tanto anhelos personales.
Cada quién desea ser individualmente exitoso a costa del resto, y mientras fingimos fraternidad, el juego consiste en que cada uno pueda posicionarse sobre los demás.
Esta es precisamente la lógica de exclusión que privilegia el formato oficial de educación, que no hace mas que abonar una tierra ya fértil para seguir reproduciendo la misma sociedad que lo produce: como un sistema orgánico que transforma el medio en su misma estructura, para perseverar en la forma de su propia existencia.
De la misma manera en que se distribuye la riqueza en el mundo, repartiendo recursos de modo inversamente proporcional a las necesidades más básicas de las personas y al número de habitantes de las poblaciones, para así entregar cada vez mas bienes y privilegios a cada vez menos personas, así se reparten las calificaciones y los saberes que determinan el mérito en el sistema educativo. Gana el mejor, no quién mas comparte o colabora sino quién mejor sabe acomodarse a las expectativas del sistema, de los docentes y de la institución, para lograr así el reconocimiento del resto, gana quién pueda capitalizar los valores del sistema de exclusión sobre todos los demás para ser el mejor.
Estos son algunos de los problemas que tal vez valgan la pena atender si se quisiera pensar como favorecer las condiciones de aparición de una sociedad mas justa, solidaria y equitativa, mientras tanto toda pedagogía prescriptiva de soluciones fáciles no hará mas que disimular los grandes temas de fondo: la dominación de clases y personas, la distribución selectiva de los recursos (simbólicos, materiales, sociales), la injusticia, y desigualdades de todo tipo.
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