Recuerdo todo perfectamente, incluso recuerdo una escena en donde avanzábamos en un bus muy viejo desde Potosí hacia La Paz, recuerdo una conversación sarcástica en donde entendimos la emoción de la conquista, en donde nos sentamos del lado despiadado del mundo a contemplar el hedor de América.
Recuerdo la desazón contagiosa del Che, esa que seguia resonando como un eco mudo que al final no tradujo aquellos indios rurales en proletarios ni mucho menos en revolucionarios armados. Los tiempos de América profunda y sus venas abiertas siguen regando los campos de la banalidad y todo el mal que tan fácil nos brota cuando marchamos ciegos mendigando una verdad.
Huidobro, Pessoa, El Che, Ana Harendt, Galeano y Kush. Todos me acompañan hoy en este texto cósmico que nació del tuyo, de la misma estrella.
La vida me regala ahora, justo ahora una tregua, (porque toda felicidad no es mas que una tregua breve) y sentado mirando la sierra de los. Comechingones estuve todos estos dias pensando en ellos, en esa gente que habitó por más de ochomil años estos valles y quebradas, ochomil años y cinco siglos de horror, sometimiento, violencia, invisibilidad y muerte.
Un collar de pueblos
habitaron estos lares, y de ellos solo presentimos ausencia.
Estos dias también estuve leyendo un trabajo de un viejo conocido mío, un antropólogo ya muerto. "Nuestros paisanos los indios", y de pronto igual que a vos en el tren, me sobresaltó una epifanía, también emocional (creo que no hay otra forma de aprender si no es sintiendo) y me di cuenta que esos pueblos seguian vivos pero silenciosos, que nunca desaparecieron, que supieron ocultarse en las ruinas de sus mundos y aún siguen vivos, y que esa es la fuerza silente de América.
Eso mismo me dijo un día Carlos Sarrasola respecto a los indios de las pampas, que ellos ahora son los habitantes del conurbano, que nunca se fueron.
Eso que nos enseñaron en la escuela: que exterminaron a todos, ese purismo indigenista de pensar que si se mestizaron dejaron de ser indios cuando todos los habitantes del mundo somos mestizos de muchas sangres, eso de pensar que si no visten taparrabos o ponchos y sandalias no son indios nos nubló la mente.
Nosotros no tenemos una revolución bolchevique, tenenos otra historia que no nos contaron bien, y un presente amargo que es una especie de Tsunami global de individualismo, malestar, ignorancia, brutalidad y confianza ciega en el totem digital y sus fetiches de bolsillo, en toda este horror maquínico del que solo podría tal vez rescatarnos un malón, solo un malón que nos secuestre el alma y este cuerpo viejo y cansado que tal vez no resista. Eso u obsolescer como se apagan las maquinas viejas cuando ya no sirven mas.