El poeta es un labriego, ha de ser muy laborioso, y apenas esperanzado en cosechas pródigas, solo producirá lo justo (no ha de faltar ni acumulará por si acaso), él debe establecer un equilibrio entre las potencias creadoras de la tierra y el influjo vivificante del sol, él cuida de estas fuerzas primigenias, y él, todo él no es más que la sombra de un oficio que encarna en la palabra que lo nombra: Poeta.
viernes, 7 de noviembre de 2008
Reflexiones sobre una charla de bar entre amigos
Formas metonímicas de desplazamiento del significante para intentar alejar el sentido del nodo: la ética y el sentir.
La especulación filosófica al resguardo de las prácticas, la especulación de construir una narrativa que por momentos legitime una práctica, y por otros, en los escollos, se invalide a si misma en la guarida de las palabras que se alejan del mundo: precisamente el argumento que se esgrime para evadir el propio sentido que se les impone a las palabras y legitima nuestras posiciones vitales es decir que ellas mismas carecen de sentido cuando invaden el centro vacío que es miedo, que se nos hace carne en el punto angustiante de nuestro miedo: el punto ciego de significantes en que lo real se presentifica y en donde nos es demandada una apuesta: la apuesta es elección en el sentido mas íntimo, la elección de decidir por exceso de fuerza sobre el continuo en el que somos decididos.
Luego: Las pulsiones, las fuerzas vitales como verdaderas impulsoras de nuestro deseo, nuestro hacer ligado a ellas y el centro que les responde desde la indeterminación absoluta, como la máscara de las máscaras que recubren la cebolla de identificaciones en que pretendemos ser, debajo de ellas, ¿qué?, y “¿qué?” es una pregunta no solo gramatical (retórica), es el símbolo y significante para el deseo (el deseo del otro), el deseo de símbolo que recubra el silencio angustiante del miedo : ¿qué? Es una pregunta por el sentido, y el sentido es el mismo devenir de la pulsión en deseo que se recubre de significante. La pregunta es siempre motor, motor del deseo, de la apuesta y de la vida.
La determinación versus la elección: el libre albedrío.
Si no podemos elegir al menos elegiremos creer que estamos completamente determinados, ¿de qué otro modo podemos decidir la determinación mas que con símbolo, con palabra y narrativa?
Bien, al menos hemos elegido el símbolo de nuestra condena, hemos construido la cadena que nos fije a los sentidos de un sentido que no logramos entender, pero que mecánicamente nos arrastra en la marea del devenir de las fuerzas deseantes, las puramente pulsionales y las contingencias del existir en que somos significados por esta aritmética del ser.
¿Qué sería la determinación?, tal vez un quiebre sobre el azar, si lo todo posible es un naufragio del sentido donde solo actuamos económicamente buscando las únicas elecciones que nos son posibles, no habría elección posible mas que elegir lo ya elegido, estaríamos eligiendo, pero seríamos elegidos. “Elegir” es un significante vacío que reclama una cadena en donde unirse como eslabón en un rumbo que interrumpa la lógica económica del sentido, de la determinación.
La lógica económica del sentido es un desplazamiento de la significación hegemónica de occidente: la dominación del territorio imaginario en que habita el hombre es una extensión de la lucha por el dominio del otro: del cuerpo del otro, del territorio del otro, de la fuerza productiva del otro, y finalmente del sentido del otro: de la significación simbólica de su ser en el mundo.
Mariano
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